jueves, 30 de marzo de 2017

POSTALES DESDE PERU

Hace 3 años cruzamos "el charco" por primera vez. En aquella ocasión el único país que visitamos fue Perú, y lo hicimos despacio, absorbiendo cultura y naturaleza, respirando alturas y recibiendo sonrisas...Estuvimos aclimatándonos desde Arequipa hasta Puno para terminar en Cusco maravillados con los Incas y los nevados de alrededor, para, cómo no, acabar en Machu-Picchu, como cualquier turista, ¡quién habrá ido a Perú sin visitarlo!...
No voy a extenderme relatando todo el viaje, ni voy a describir día a día el trecking realizado alrededor del Nevado Ausangate (5 días), tan sólo una breve pincelada de toda una experiencia sumergidos entre vidas sencillas y a la vez enormes, paisajes duros y restos de una impresionante civilización.


Desde Arequipa...
Llegamos a Arequipa y nos quedamos con su luz...






Desde Puno...
Visitamos Puno a 3800 metros, navegando por el Titicaca y las islas de los Uros, demasiado turísticas, para pasar una noche con una familia en la isla de Amantaní, que nos dieron su sonrisa junto a lo poco que tenían...El anochecer a 4000 metros fue impagable...



Familia en Isla Amantaní

Desde Cusco...
Envueltos en la cultura Inca, con la "Pachamama", y rodeados de esa naturaleza limpia y tan dura que acoge a los pastores de alpacas, imaginando esas vidas de las que tanto tenemos que aprender...

Cantuta o Flor Sagrada de los Incas








Recordando el trecking de la Vuelta al Ausangate...
Allí estaban los pastores mientras nosotros, día a día, y con ayuda de 3 personas únicamente para atendernos, caminábamos por sus paisajes...¡Cuánta vida!...






"Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la infelicidad. Sentir como quien mira, pensar como quien anda, y cuando se ha de morir, recordar que el día muere y que el poniente es bello y es bella la noche que queda. Así es y así sea." ("El guardador de rebaños". Alberto Caeiro)












Siempre estarán conmigo Chapulín el cocinero (¡qué comidas y cenas, un lujo!), el mulero (no recuerdo su nombre), y el guía Marco, con su sonrisa abierta y sus ganas de charlar en los ratos largos en los que había que guarecerse del viento y de las bajas temperaturas en la tienda-comedor que día a día montaban, antes de meternos en la nuestra, a 12 grados bajo cero, para despertar con la infusión de muña a las 6 y media de la mañana...¡impagable!

Despedida...
Machu-Picchu, siempre impresionante...







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