Llevamos ya tres días disfrutando del Parque Natural de Los Oscos en Asturias. Cerca de Villanueva de Oscos, una bonita ruta nos ha tenido entretenidos casi seis horas, la “Ruta del Silencio”. Camino de Taramundi, un cruce a mano derecha desde donde comienza una estrecha pista nos llevará hasta el pueblo de San Cristóbal (San Cristobo), donde el tiempo se ha detenido. Dejamos nuestro pesado vehículo a pie de pista y caminamos los tres kilómetros hasta el inicio de la ruta.
El día amanecía fresco para un 1 de agosto, unos
10 grados, pero la temperatura fue ascendiendo conforme avanzaba el día.
Comencemos con San Cristóbal, precioso pueblo perdido entre árboles autóctonos,
brezos de colores, sonido del agua del río…sus tejados de pizarra, muchos años
ya hundidos, nos dan idea del paso del tiempo, mucho tiempo…Varias casas
rehabilitadas en donde se escuchan voces de niños nos devuelven al presente,
por lo visto alguna familia mantiene vivo este lugar. La señal inicial de la
ruta nos anima a comenzar un recorrido fantástico, colorido y sosegado.
Nada más empezar nos topamos con una pequeña
ermita, y bordeándola, un sendero estrecho en bajada nos llevará hasta el río
Ahio. El bosque de roble y castaño nos acompañará escuchando el sonido del
agua. Las “corripas”, pequeños espacios circulares rodeados de piedras donde se
guardaban antaño las castañas, nos rodean en algunos puntos del bosque. Nos
topamos al final del descenso con un bonito puente de piedra para comenzar tras
él la subida sostenida hasta las ruinas de Mourelle, ¡qué enclave justo
enfrente de San Cristóbal! Este diminuto pueblo lleva mucho tiempo abandonado,
de alguna de sus casas ya no queda nada, comido todo por la vegetación, y de
otras viviendas, tremendos agujeros en los tejados nos muestran sus entrañas,
antaño llenas de vida. ¡Vaya lugar!.
La antigua pista que conducía a este pueblo nos
sirve durante unos kilómetros como parte del recorrido hasta que llegamos al
lugar denominado “Mirador de Balongo” donde continúa a media ladera el sendero,
perfectamente marcado durante todo el recorrido. Enfrente, todavía lejos, se
logran ver una serie de colmenas en fila, dando idea de que todavía se trajina
por allí con las abejas. Llegaríamos por caminos de brezo, descubriendo otro
pueblo deshabitado, Brusquete. La Sierra de la Bobia, el río Ahio y sus
sonidos, Mourelle y ahora esto…Mientras nos embelesábamos con el paisaje,
escuchamos un ruido de motor. Tenemos enfrente una pequeña mesa junto al camino
y una casita con pinta de uso rodeada de muros rotos y piedras. Baja una
persona con una carretilla y ganas de hablar. Buzo y mascarilla en el cuello, y
pasión por las abejas. Pepe se llama, y vive en Taramundi aunque es gallego.
Nos dedica media hora de uno de sus fines de semana en los que acerca a revisar
sus colmenas. Nos cuenta que Brusquete lleva ¡48 años! Deshabitado. El recuperó
hace siete años las pocas colmenas que quedaban en pie. Cuando habla de sus
abejas se le encienden los ojos, disfruta, vive…
Todos los fines de semana se acerca a este lugar
(entre semana trabaja en la construcción). Nos cuenta que hace un tiempo un oso
destrozó alguno de sus panales (nos muestra uno con un gran agujero), y desde
entonces, una valla electrificada a partir de un pequeño panel solar lo
ahuyenta de vez en cuando. Nos habla de sus “Delicias de Taramundi”, su miel,
la que con tanto cariño consigue cuidando y mimando a sus abejas en ese entorno
espectacular, miel que acabaríamos comprando en la tiendita que tienen en
Taramundi.
Todavía nos quedaba pasar por un precioso túnel
natural y, en descenso, visitar dos preciosas cascadas, las de Celón y Picón,
para, ya todo en subida, acabar de nuevo en San Cristóbal cerrando esta
circular para recordar.